lunes, 4 de febrero de 2013

The Addiction

No sé si alguna vez he hablado aquí de las fluctuaciones de mi estado emocional. ¡Es broma! Ya sabéis que este blog es mitad entretenimiento y mitad terapia ocupacional. Pero hete ahí que estas semanas no he tenido tiempo de escribir, lo cual me ha llevado inevitablemente… a caer en LAS DROGAS. Pero empecemos por el principio. Una vez pasado el efecto euforizante de mi escapada invernal, la cruda realidad me envolvió con su manto de inquietud, estrés, insomnio, ansiedad y demás cosas bonitas que tiene la cotidianidad deriva style. Mi cuerpo reaccionó a ello (mal), y pedía a gritos una ayudita por favor. Y yo, ni corta ni perezosa, de voluntad frágil como soy, abrí el cajón y recurrí, una vez más, a los ansiolíticos.

Ansiolítico

Vale, igual os lo he vendido como si fuera adicta al jaco y ahora os he decepcionado. Lo siento, el caballo, de momento, solo lo consumo en formato hamburguesa. El caso es que, en ese momento, enfrentada a la farmacopea, pensando tanto en drogas legales como ilegales, me vino a la cabeza una cascada de imágenes y sonidos provenientes de mi bagaje cultural, sobre todo cinematográfico y musical. De lo que se come se cría, y yo he comido mucha música y mucho cine (estoy segura de que A. me perdonará que me meta en su terreno – es un torpe escarceo, A., vuelvo a lo mío en seguida). Como dato suelto sobre mi carrera cinéfila diré que vi Ran, de Kurosawa, con seis o siete años (si estáis buscando la palabra, es "jactancia"). Luego me salí del cine en una proyección de Blancanieves, de Disney, porque me daba miedo. Lloré en Las Tortugas Ninja y de vez en cuando hago un revisionado de Hiroshima, mon amour, y de Miss Agente Especial. Y Almodóvar. No recuerdo exactamente cuándo empezó mi relación espectatorial con Almodóvar, pero fue en mi etapa puberal y me marcó en muchos sentidos. Si también es vuestro caso, es probable que hayáis tenido en mente a Carmen Maura en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? al ir a la farmacia a comprar algún tipo de psicofármaco:


Y luego, al tomároslo, puede que os hayáis sentido como Blanca Suárez en La piel que habito:


O como Fabio McNamara en La ley del deseo al tomar cualquier tipo de sustancia psicoactiva (NB: para los que aún os sintáis libres de pecado, el alcohol, el tabaco y la cafeína son sustancias psicoactivas):


Esto, aparte de toda una plétora de películas sobre yonkis en plan muy mal, como Trainspotting, que era de las que te hacían ver en el cole o en el instituto para que no cogieras esos caramelos con droga que, como todos sabéis, repartían a la puerta, o Réquiem por un sueño, que te dejaba tan mal cuerpo que no querías ni drogarte, ni comer, ni levantarte de la butaca ni.


En cuanto a la música, podría seguir en la línea de la jactancia diciendo que las canciones que me evoca el tema son clásicos como My Lady Héroïne, de Serge Gainsbourg, A horse with no name, de America, Sex & Drugs & Rock & Roll, de Ian Dury, Cocaine, de Eric Clapton o cualquier otra de tantas. No. A mí me vienen a la cabeza otras cosas. Otros estilos. A mí me viene a la cabeza El Fary. El Fary era taxista, compositor y cantante, y conocía los senderos del alma humana tan bien como el callejero de Madrid, porque era un tipo auténtico y porque en el taxi se adquiere mucha sabiduría, dicho esto sin un ápice de ironía. Por eso era capaz no solo de escribir un temazo sobre los porros, sino de explicar todo el proceso compositivo de dicho tema como pocos sabrían hacerlo. Y todo eso es lo que hemos perdido. Fary, va por ti. La mandanga:


Ahora bien, hay otra composición de temática cannábica que compite con La mandanga en arte, ritmo y popularidad. La grifa, de El Pelos, es otro imprescindible del período tardosetentero español, momento en el que triunfaban formaciones como Los Chunguitos o Los Chichos, coincidiendo con el pico (sin bromas) de popularidad de personajes como El Vaquilla. Pero volvamos a donde estábamos. El Pelos, rumbita buena y estribillo sin fisuras. Por alguna razón estoy particularmente enganchada a la parte de “talego, talego, qué dolor / talego, talego, qué dolor…”:


Ya lo he dicho antes, Almodóvar es un referente cultural para mí. Por lo tanto no es de extrañar que otro de mis temas fetiche esté incluido en su disco ¡Cómo está el servicio… de señoras! (1983), firmado en colaboración con Fabio McNamara, intérprete de este Rock de la farmacia. La imagen mental de McNamara atracando una farmacia para llevarse dinero y anfetas es poderosa, pero no tanto, me temo, como lo que él tomaba:


Pero siendo sincera, todo esto son cosas que he conocido teniendo ya una edad. A mí, lo que verdaderamente me dejó huella, lo que me pilló en pleno crecimiento y afectó a mi desarrollo, quedando grabado en mi inconsciente cual cicatriz musical, fueron los 90. Y más concretamente Chimo Bayo. Nada más noventero que la ruta del bakalao, y nada más representativo de la ruta del bakalao que las drogas de síntesis y divos como él o Paco Pil. Por cierto, Chimo sigue vivo. Lo vi hace poco por la calle y lo que es peor, tuve noticia de una actuación suya en el mismísimo Londres el pasado verano. Sé que seguramente es algo que no sucedió, pero a mí me gusta imaginarme a Boris Johnson diciendo: “exta sí, exta no, exta me gusta me la como yo”:


Y así, en esta línea de abisalidad y tóxicos, tengo traumas más recientes. No, no voy a volver a hablar de Melendi. Mi último (por ahora) referente drogomusical es una advertencia en toda regla: "Apasionada, por la noche iluminada / de alcohol y de substancias que sintetizadas / la ponen mal, le hacen sentir bien pero está tan mal / que no la puedes ya ni rescatar, y se nos va". Empieza mal, ¿eh? ¡Pero luego es fiestón! Bueno, dramón y fiestón, alternativamente. Las drogas son peligrosas, eso lo sabe Juan Magán, el cantante y productor de electro latino candidato al Goya a la mejor canción original #noticiaseria. Lo que no mata, o engorda o tiene efectos secundarios: irritabilidad, convulsiones, desorientación, confusión... ¿hablar con un acento medio dominicano aunque seas de Badalona de toda la vida? Quién sabe. Bienvenidos a la nave del misterio:


Para los que se pregunten si los ansiolíticos resolvieron mis problemas (de acuerdo, sé que no se lo pregunta nadie pero lo voy a contar igual): sí, momentáneamente. Pero no fue bien. Me desperté con un mal cuerpo que para qué os voy a contar. No es bien en general. Tengo una formación sanitaria, maldita sea, debo desaconsejar la automedicación. Di NO a las drogas, como Olga María Ramos. La vida es bella. El mundo es hermoso. Hay mucha gente que te quiere. Ah, entiendo, pensáis que digo eso porque he vuelto a caer. No, no. Pero ante la duda dejaré que hable por mí Enrique Belén, el Amigo de la vida

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