miércoles, 21 de noviembre de 2012

Fantasmas del pasado

Todo en esta vida tiene sus consecuencias. No pasa nada si eres consciente de ello y lo aceptas como mal menor. Cuando inicié mi particular viaje al pasado con la anterior entrada sobre canciones para una depresión efectiva, sabía que me iba a quedar atrapada en los 90, y aún así seguí adelante. No podía hacer otra cosa. Los 90, esa década hasta hace poco silenciada y ahora reivindicada por muchos, nos enseñaron la senda de la tecnofilia y el brillo, el hiperconsumismo y los préstamos hipotecarios. Y aún más, en los 90 nos abrimos definitivamente a las tendencias globales y empezamos a hacer cosas raras como sentirnos identificados con los chiquillos de Seattle o comprarnos cosas estampadas con la Union Jack. Nosotros sabríamos.

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En los 90, como joven/adolescente, se extendían frente a ti varias formas de expresión, y en este caso me centraré solo en lo musical dejando aparte, muy a mi pesar, temas clave como el nacimiento de las televisiones privadas y toda la felicidad que nos trajeron (llamémosle Sensación de vivir, La quinta marcha, VIP o Leña al mono que es de goma). Una primera vía era la que te permitía afirmar tu ego de protohipster con la escucha de músicos principalmente provenientes de:

a)      Gran Bretaña. El Britpop (y lo que no era Britpop pero también venía del otro lado del Canal) lo petaba entre un cierto sector de la población, aunque algunos de tus compañeros de clase hablaran de “esos grupos raros”. Puede que ellos no lo tuvieran en cuenta, pero si escuchabas a PJ Harvey, a Suede o a Pulp  (porque Blur y Oasis eran demasiado masivos) eras guay. Axioma.


b)      Estados Unidos. De los EEUU venía, como diría La Veneno, “tó lo máh grunge”. Soundgarden, Pearl Jam y cómo no, Nirvana, eran tus referentes porque la vida era una mierda aunque no vivieras en una sucia ciudad industrial de la costa oeste de EEUU sino en un pueblo de la huerta de Alicante. Por ejemplo.


c)      Dios sabe dónde. Nunca te han dicho: “¿Björk? ¿Y quién es ese?” Pues eso. Escuchar cosas provenientes del norte-norte de Europa (como The Cardigans o Gusgus) en época pre-boom de Internet eran puntos extra.


Pero si esa primera vía no te apañaba y valorabas más lo popular y la unión con el grupo, o bien si eras una persona ecléctica capaz de tocar todos los palos (porque los 90, como bien me apuntaba I., eran muy inclusivos), o con una gran capacidad para la ironía, se te ofrecía toda una gama musical de éxitos (incomprensibles) que escuchados hoy pueden hacer que te replantees toda tu vida:

a)      Canciones solo aptas para adolescentes. Y cantadas por adolescentes pero mucho me temo que escritas por alguna mente adulta bastante retorcida. Una de las más grandes: Enamorada del novio de mi amiga (1997) de A las 10 en casa. From Albacete to the world.


b)      Cualquier tema Euro-trash. Básicamente dance de factura europea, con abanderados como Whigfield, Ace of Base, la mítica two hit wonder Gala, con Come into my life (a mí me gusta llamarla Camps into my life) y Freed from desire y, en España, la no menos legendaria Rebeca. Duro de pelar (1996) es un clásico entre los clásicos y cualquiera que no se sepa el estribillo es un triste.


c)      El techno-pop. En general. Un género revolucionario para algunos y un invento completamente innecesario para otros. Aunque igual dependía de a quién escucharas. Si era Depeche Mode la cosa tenía su pase. Si eran OBK los que intentaban colártela, empezaba a tenerlo menos. Si era Viceversa, no colaba para nada. Pero solo por Ella aka “tu piel morena sobre la arena” (1993) merecen su lugar en la historia.


d)     Cantantes inesperados. Las revistas para chicas son parte fundamental de nuestro acervo cultural, pero también hicieron mucho daño. Cualquier hombre susceptible de ser portada de Súper Pop podía ser convencido por un productor sin escrúpulos para sacar un single. Jesús Vázquez se convirtió así en víctima y verdugo con Y yo te besé (1993).


Con todo esto, puede que a) sintáis nostalgia de vuestros años mozos b) os alegréis de no haber sido plenamente conscientes de esta época, si es que érais más jóvenes o c) miréis hacia atrás y digáis, orgullosos: “yo sobreviví”. En cualquier caso, espero no haberos provocado lesiones irreversibles. Es que a veces no me controlo. 

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