lunes, 15 de julio de 2013

Fantastic summer

Vamos a dejarnos de tonterías, voy a empezar este post con una referencia que va a sonar pedante, pero lo voy a empezar así y os vais a callar el boquino. Hay una serie fotográfica de Ai Weiwei titulada "Estudios de perspectiva" en la que el artista chino aparece dirigiendo su dedo corazón (vulgo haciendo una peineta) a  monumentos, obras de arte y lugares icónicos de todo el mundo en un gesto de rebeldía ante el establishment cultural y político. Las descripciones no son lo mío, pero tengo material gráfico, atención:

Ai Weiwei - Estudios de perspectiva

Pa' ti y pa' tu prima, Torre Eiffel. Y así all around the world. Pues bien, a mí me entran ganas de repetir ese gesto cada vez estoy tranquilamente en casa y recibo este tipo de ataques morales en forma de fiesta campestrecool, parajes playeros y buenrollismo hipertrofiado. Cómo me pondrá la cosa que ni me meto con lo que lleva esa paella:


Veréis, el mundo se divide en dos tipos de personas: unos son los que no dicen "verano" sino "veranito" y disfrutan cual gorrinillo en fango con este tipo de representaciones (o paripeses). Los otros son conscientes de que cualquier parecido entre tales fantasías y la realidad es pura coincidencia, y el verano les produce más bien indiferencia, cuando no directamente repulsión. Por si no lo habíais adivinado, yo estoy en el segundo grupo. Tanto que he tardado casi un mes desde el comienzo del verano en escribir este post de bienvenida al verano.

No me culpéis, mi recibimiento del verano consistió en un patético episodio en el que un individuo montado en una bicicleta del servicio municipal de alquiler se llevó mi móvil (que no era un Sony Xperia Z, pero casi) from my warm, living hands, todo ello seguido de una desesperada carrera que me dejó como recuerdo las agujetas más grandes jamás contadas y de una deliciosa visita a la comisaría de mi barrio para denunciar el hecho y entretenerme un rato. Fantastic time, pensé, a ver si mi compañía telefónica me hace descuento en el nuevo terminal por estar en paro. Fantastic life. Pese a todo, la tele seguía intentando convencerme de que el verano es el recopetín, y de que everybody wanna live my life:



El caso es que yo diría que NO. Perdonad que sea tan taxativa, pero mientras escribo esto mi casa está siendo invadida por los mosquitos como si de un manglar se tratara, y mi visión del tema empeora cada vez que tengo que parar para rascarme. A lo que voy. No puedo con el buen rollito veraniego. Me irrita. Me exaspera. Me supera. Esto es lo que tengo yo para el buen rollito veraniego y para la supuesta vida mediterránea:

#queledenporculoalmediterráneo

Lo hablé con algunos amigos, preocupada como estaba por la posibilidad de ser una amargada al no poder empatizar con los protagonistas de los anuncios de cerveza. Ojo, yo soy partidaria de la positividad, incluso practicante cuando mi pesimismo y mi misantropía me lo permiten, pero algo me alejaba de estas imágenes de colegueo veranil. ¿Sería ese escenario sobrepoblado de hipsters? ¿El exceso de dientes-dientes-eso-es-lo-que-les-jode? ¿El hecho de que intentaran convencerme de lo maravillosa que es la vida en el sur de Europa y la odiosa comparación con la realidad? En palabras de un comentador de YouTube: "Pero que puto anuncio quereís que os pongan?? Menuda gente más amargada machooooo si quieres te ponen un anuncio que te amargue , con gente debajo de un puente llorando y muriendose, no me jodas chicooooooooooo". ¿Era yo así? ¿Por qué no podía simplemente contagiarme de felicidad mediterránea y alargar las vocales para celebrarlo?

Algunos de mis amigos (especialmente A.) coincidían conmigo, lo cual me reconfortó. Pero no acababa de estar tranquila. Eché la vista atrás e intenté recordar mis últimos veranos en busca de un punto de conexión con esa #FantasticLife. El año pasado... no, no salí de mi ciudad. El anterior... buff, tampoco... Un momento. Creo que fue hace tres veranos cuando intenté sacarme el título de socorrista. Fue más o menos así: el primer día que fui a la piscina para intentar mejorar mis registros en natación perdí las lentillas (y el aliento) ante la mirada del socorrista, que me seguía con atención ante mi evidente ahogabilidad. Y ya. Me quedé en socorrista de tierra y nunca podré cantar esto con propiedad:


En fin, basta de divagar. No me gusta que digan que tengo que ser feliz y cómo tengo que serlo, me estomaga esta pretensión de hacer del verano algo cool cuando siempre ha sido el reino del sudor, la pringue, la arena pegada entre los dedos y las moscas cojoneras (en todos los sentidos). El verano no huele a pino como un ambientador barato. Si el Odorama hubiera cuajado (e inexplicablemente no lo hizo), seríamos conscientes de que en los anuncios de cerveza huele a sudor y a fritanga. Como en la vida misma.  La felicidad publicitaria nos escamotea parte de la realidad, y por eso quiero reivindicar el verano más honesto, el que no se avergüenza de la cutrez y el esperpento y que nos ofrece bien de lycra y colores chillones para pasar los calores.

Punto 1: en verano no te apetece pensar. No digo que no puedas retomar la lectura de ese libro de Tolstói que tenías aparcada desde hace dos años, pero sabes que al final tus neuronas moribundas te van a pedir que eches el freno y les ofrezcas algo más light. O en todo caso, que acompañes ese Tolstói con algo fresquito. Georgie Dann, el gurú de la canción del verano, será tu mejor aliado:


Punto 2: en verano el tiempo se suspende. Las altas temperaturas alteran la percepción temporal, y ello posibilita las siestas de cuatro horas y el eterno retorno de clásicos veraniegos. Dicho de otra manera, que nos la vuelvan a colar con décadas de diferencia y apenas unas sutiles variaciones. a saber:

El tiburón. Una oda a la frustración amorosa en forma de fábula lafontainiana. Sí, con baile for dummies.


Suave (Kiss me) o cómo cualquier revisión de un clásico noventero puede colar en la segunda década del tercer milenio siempre que incluya frases en inglés y, por supuesto, a Pitbull.


Verano azul. Todo recuerdo infantil es susceptible de ser pervertido por la evolución de la cultura masiva. Para muestra, Juan Magan profanando el recuerdo de Chanquete.


Punto 3: los clásicos nunca mueren. O dicho de otra manera, te da igual ocho que ochenta. Esto es tan válido para Guerra y paz como para Cachete, pechito y ombligo, que no necesita de revisiones (aunque las ha habido) para seguir siendo gozada en 2013. Sensual y perturbadora, Cachete... mantiene en la actualidad toda su frescura:


Algo parecido sucede con El venao, una historia de celos que el mismo Shakespeare no habría rechazado como banda sonora para su Otelo.



Punto 4: En verano sobrellevas el calor como puedes. Algunas estrategias eficaces: tomar líquido en abundancia, protegerse del sol, evitar estar en la calle en las horas centrales del día y, si es necesario, ir a la playa. Atención. La playa no es como en los anuncios de cerveza. Es decir, a veces sí, pero por lo general es más bien un lugar masificado, lleno de gente que hace ruido y niños que te tiran arena a la cara. Pero si obvias estos pequeños inconvenientes puedes pasártelo bien como Loona, la alemana más latina, que vive atrapada eterno verano. Ole por ella.


*por si acabáis de descubrir a esta gran artista y Vamos a la playa os ha sabido a poco, incluyo el bonus track Policia, una historia al más puro estilo Leticia Sabater con arrestos, playa y fiesta. What else?



Había pensado incluir un quinto punto referente a la alimentación pero no quiero entrar en polémicas, creo que la aportación de Love of lesbian al panorama gastronómico veraniego es más que suficiente en este sentido. Eso, y que me voy de vacaciones y quiero acabar pronto. ¿Será idílico mi destino? ¿Cocinaré paellas heterodoxas mientras mis amigos se tiran a la piscina con la bici? ¿Será mi verano tan envidiable que a todos os darán ganas de vomitar? No creo. ¿Y cuál es mi actitud ante todo esto? Una vez más:


Por cierto, al final se cierra el círculo y el Instagram de Ai Weiwei resulta ser un monumento a la #FantasticLife. Qué decepción. Feliz verano.

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